El voto latino es decisivo, ¿pero cuánto?
[PUBLICADO EN EL INDEPENDIENTE. 23 de marzo de 2024]
2012 es el año en que todo cambió. En esas elecciones, Mitt Romney, el candidato republicano, obtuvo el 59% del voto de personas blancas, pero perdió. A nadie que hubiera conseguido el 59% de los votos de los blancos le había ocurrido en toda la historia estadounidense. Fue el principio de un cambio que dura hasta la actualidad: los blancos ya no son los únicos que deciden el ganador o ganadora de una elección presidencial. La razón tiene que ver con las matemáticas. Durante las últimas décadas, la parte hispana del electorado se ha quintuplicado. En ese 2012, los blancos seguían siendo mayoritarios (72% de los votos), pero el 13% de afroamericanos, el 10% de latinos y el 3% de asiáticos tenían una fuerza importante, más aún cuando la gran mayoría de estas minorías votaron demócrata, y aún más cuando lo hicieron en estados determinados, que son los que dieron la victoria a Barack Obama. Han pasado 12 años. ¿Qué puede ocurrir en 2024 y qué impacto puede tener el voto latino en el voto? A parte de otro hito histórico, que es que los votantes latinos superarán por primera vez a los votantes afroamericanos, propongo algunos puntos a tener en cuenta, a partir de los datos disponibles:
1. La movilización. En 2024, el público latino que puede votar es, aproximadamente, de un 15% de la población estadounidense (36 millones de personas). Además, está aumentando su participación política. Por ejemplo, el 40% de los votantes hispanos votó en las midterms de 2018 (en comparación con el 27% en 2014), y el 54% lo hizo en las presidenciales de 2020 (por el 47% en 2016). De hecho, esa diferencia de participación —por baja— en 2016, es una de las diferentes razones por las que se produce la victoria de Donald Trump: las minorías no se movilizaron a favor de Hillary Clinton. No ocurrió lo mismo en 2020, cuando los latinos sí salieron en masa a votar, especialmente demócrata (66%). La disminución de la movilización siempre tiene que ver con la decepción con la política y los políticos, así como con la percepción de hacia dónde va el rumbo del país. Las encuestas, en este sentido, son negativas respecto a eso, lo que podría indicar menos voto latino y, por ende, un problema enorme más (sumado al mismo problema con los jóvenes), para Joe Biden. Con un resultado ajustado, como se prevé, cada voto cuenta para los demócratas, y la no movilización no es una buena noticia para ellos.
2. La edad. La edad promedio de un ciudadano hispano era de 30 años en 2020, en comparación con los 41 años para los estadounidenses no hispanos, según un análisis de los datos del censo. De hecho, se estima que los blancos no hispanos se convertirán en minoría después de 2045. Este gran aumento de los hispanos tiene que ver con la natalidad. El Pew Research Center estima que 1 millón de hispanos nacidos en Estados Unidos cumplirán 18 años cada año durante las próximas dos décadas. Los hispanos son cada vez más, y son cada vez más mayoría entre los jóvenes. Sin embargo, y pese a que ser joven, en la actualidad electoral estadounidense, implicaría votar más a los demócratas, no sucede lo mismo con los jóvenes hispanos. No porque no sean más progresistas, sino porque votan menos que el resto de jóvenes. Eso hace que, pese a que el aumento de jóvenes latinos sea, a priori, una buena noticia para Biden, no lo es tanto si no se comprometen políticamente y si no van a votar. De nuevo, la movilización será clave.
3. El género. Como en todo el mundo, en el último lustro se está observando un cambio sustancial en la elección de voto entre hombres y mujeres. Según datos recopilados por Gallup, las mujeres jóvenes, en el rango de edad de 18 a 30 años, muestran una inclinación hacia posturas progresistas con una diferencia de 30 puntos porcentuales en comparación a sus contrapartes masculinas. También ocurre entre las y los jóvenes hispanos. Según los datos disponibles, hay un tema que los diferencia especialmente: el aborto. La lucha feminista ha movilizado a muchas mujeres latinas, mucho más que a hombres. También, desde 1984, votan más mujeres que hombres en las elecciones presidenciales, que es otro dato a tener en cuenta. De este modo, si hay un público joven al que Biden podría ir a buscar es a las jóvenes latinas feministas.
4. Los temas. La diversidad en términos de edad, ubicación geográfica y condición socioeconómica hace que las comunidades hispanas tengan intereses variados. Sin embargo, las últimas encuestas indican que sus preocupaciones generales se alinean totalmente con el resto de la población estadounidense: la violencia, la inflación y el cambio climático. Es decir, no se diferencian en nada. Jason Riley, en el Wall Street Journal, citaba que algunos demócratas siguen viendo a los latinos como “gente oprimida que sufre discriminación sin parar” pero que, sin embargo, son gente normal que quiere ganarse la vida, con calles seguras y oportunidades, y que se sienten estadounidenses. En este sentido, siguiendo con Riley, la percepción de poca lucha contra la inmigración ilegal de Biden, o la guerra cultural (agenda LGBTI, feminismo…), puede hacer volver más conservadores, ahora o en el futuro, a miembros de esta comunidad, y el partido demócrata debería pensar más en ofrecer soluciones para el metro cuadrado de la gente, si quiere movilizarla para votar o, al menos, para que no voten a los republicanos.
5. Los estados. He aquí el quid de la cuestión. Porque no importa el aumento de latinos si lo hacen en estados donde ya ganan sobradamente los demócratas. Por ejemplo, California es el hogar de un 25% de todos los votantes hispanos (8,5 millones). Pero allí ya se da por descontada la victoria demócrata, tal como ocurre en Nueva York (2,2 millones). Lo interesante estará en Texas (6,5 millones), Florida (3,5 millones) y, sobre todo, Arizona (1,3 millones). De lo que ocurra en ellos, convertidos en swing states los últimos años precisamente por el aumento de presencia hispana, dependerá mucho el resultado de las elecciones. Para poneros en antecedentes, según una encuesta reciente de Emerson College, Donald Trump aventaja al presidente Biden en Arizona en 3 puntos (46% a 43%) en una dura lucha por los 11 votos electorales del estado, cuando en 2020, Biden obtuvo una victoria sorpresa (no sucedía desde 1996) por solo el 0,3 por ciento de poco más de 3,3 millones de votos. Si los latinos se movilizan, podría volver a suceder de nuevo.
6. El sempiterno bloque demócrata. Sí, como hemos visto, la gran mayoría de latinos vota demócrata en bloque. Lo ha hecho históricamente desde 2004 (ese año, votaron al republicano George W. Bush). El problema estriba en que muchos demócratas piensan que será así para siempre, cuando no es cierto. Cambió en 2004 y puede volver a cambiar. De hecho, los votos latinos a republicanos no dejan de crecer, en parte porque los temas de interés cambian: a medida que las familias latinas prosperan o, sencillamente, se sienten más estadounidenses per se y menos “latinos”, sus intereses y preocupaciones varían. Los demócratas ganaron el voto hispano por 38 puntos en 2016. Para 2020, ese margen se había reducido a 21 puntos, y entre los hombres hispanos se redujo a 17 puntos.
Si los demócratas no están atentos y no movilizan a su potencial público, la pérdida de votos latinos puede ser importante y, de hecho, puede hacerles perder las elecciones. Porque no es necesario que una mayoría de latinos voten al partido republicano, cosa que difícilmente ocurrirá este 2024. Tan solo hace falta que una pequeña parte, en estados decisivos, lo hagan o que, sencillamente, se queden en su casa. Por ejemplo, la diferencia en voto latino fue en 2020 de solo 18 puntos en Wisconsin, 14 en Pensilvania y 12 en Arizona, tres estados clave en la elección del próximo noviembre. Un pequeño cambio en esos estados podría bastar para la victoria de Donald Trump. Una verdadera pesadilla para los demócratas.