Doug Ford y por qué una guerra comercial es una guerra identitaria
Al igual que en los años treinta del siglo XX, los países responden al proteccionismo con una reafirmación de su identidad nacional y económica
En los años 20 del siglo XX, los agricultores europeos se estaban recuperando de la Primera Guerra Mundial. Ello aumentó la competencia en los mercados internacionales y provocó una caída en los precios. En Estados Unidos, los agricultores comenzaron a presionar al gobierno para que tomara medidas proteccionistas. En respuesta, el senador Reed Smoot y el congresista Willis Hawley impulsaron una ley que incrementaba drásticamente los aranceles a más de 20.000 productos (entre un 15% y un 40%), con el argumento de que “protegería a los trabajadores y empresas estadounidenses de la competencia extranjera”. El entonces presidente Herbert Hoover tenía serias reservas sobre la ley y recibió múltiples advertencias en contra de firmarla. Más de 1.000 economistas firmaron una carta abierta instándolo a vetarla, pero no lo hizo. El 17 de junio de 1930, Hoover finalmente firmó la ley, aunque no con entusiasmo. Según se cuenta, dijo en privado: «Bien, caballeros, ustedes han comenzado la peor guerra comercial de la historia». Acertó.
Las represalias de otros países fueron inmediatas y el comercio mundial se desplomó. Canadá, el mayor socio comercial de EEUU en ese momento (y ahora), respondió con sus propios aranceles contra productos estadounidenses, afectando fuertemente las exportaciones de EEUU hacia el norte. Países europeos hicieron lo mismo, reduciendo aún más el comercio global. En solo dos años, las exportaciones estadounidenses cayeron un 40%, contribuyendo a la profundización de la crisis económica y a la Gran Depresión.
La Ley de Tarifas Smoot-Hawley se ha convertido en un ejemplo clásico de cómo el proteccionismo extremo puede generar efectos negativos imprevistos. Porque su impacto no solo fue económico, sino que también avivó el nacionalismo en distintas partes del mundo. En Estados Unidos, reforzó la idea de la autosuficiencia económica y el aislamiento comercial como pilares de la identidad nacional, bajo la premisa de que el país debía protegerse de una competencia extranjera “injusta” (¿les suena, verdad?).
La medida, en cambio, generó un efecto dominó: otras naciones respondieron con sus propias políticas proteccionistas, lo que exacerbó la crisis global y alimentó discursos nacionalistas en Europa y Asia. La reducción del comercio internacional disminuyó la riqueza y fortaleció movimientos políticos que promovían la autosuficiencia, la reindustrialización, el nacionalismo exacerbado y la expansión territorial como respuesta a la crisis. Y lo hizo porque, además, la contracción del comercio mundial generó un clima de desconfianza entre naciones, profundizando aún más la crisis y acelerando el ascenso de regímenes que se presentaban como defensores de la soberanía nacional frente a un sistema económico global percibido como hostil.
Han pasado 95 años, y todo puede estar repitiéndose. El 10 de marzo, Doug Ford, primer ministro de Ontario (Canadá), dijo que, en respuesta a los aranceles al acero y aluminio canadienses del 25% al 50% propuestos por Trump, la electricidad que esta región de Canadá suministra a Minnesota, Nueva York y Michigan se encarecería un 25% para “ayudar a las familias canadienses”. Ayer, Trump lo amenazó en público en su red truth social, a la vez que negociaba en privado con el secretario de comercio, y la medida se ha suspendido temporalmente. Ahora Ford es una prominente figura política que ha aprovechado el auge nacionalista en Canadá y antiestadounidense en su reciente campaña a la reelección. Participa en mediáticos programas de TV en Estados Unidos y Canadá e incluso lanza campañas publicitarias tanto para público estadounidense (contra los aranceles y Trump), como para público canadiense (para que compren productos de su país). Pero no es el único político en auge. De hecho, el desahuciado Liberal Party, con Trudeau a la cabeza, no deja de aumentar en encuestas, por la dureza del ex primer ministro canadiense en la respuesta a Trump y por el discurso nacionalista del ya nuevo primer ministro, Mark Carney.
Porque, a pesar de la chulesca afirmación de Trump de que Estados Unidos no necesita a Canadá, este último suministra casi una cuarta parte del petróleo consumido diariamente en EEUU, representa el 60% de sus importaciones de crudo y el 85% de sus importaciones de electricidad. Además, es el mayor proveedor extranjero de acero, aluminio y uranio, y posee 34 minerales y metales críticos que el Pentágono considera esenciales para la seguridad nacional.
En México, la presidenta Claudia Sheinbaum dispone de un 85% de valoración positiva, precisamente, por su gestión ante las amenazas de Trump. Ha reforzado su retórica de soberanía nacional y económica con su promoción y defensa de la producción mexicana y estableciendo incentivos para que las empresas mexicanas reduzcan su dependencia del mercado estadounidense. En sus discursos, Sheinbaum ha reiterado que “México no se arrodilla ante ningún país”, en un claro intento de canalizar el sentimiento nacionalista. En Europa también se han igualado los aranceles impuestos por Estados Unidos y se están moviendo cosas, aunque no sepamos muy bien a dónde llegarán. En China se atreven incluso a hacer un tuit en el que dicen que no tienen miedo a una guerra de ningún tipo. Lo mismo en el resto del mundo.
Y sí, como en los años treinta del siglo pasado, los países responden al proteccionismo con una reafirmación de su identidad nacional y económica. Empezar una guerra comercial es empezar una guerra identitaria. En los discursos, en los medios, en las redes, la retórica se intensifica. Se evocan viejos agravios, se reescriben mitos fundacionales, y los líderes de cada país encuentran en el otro un enemigo conveniente. Todos construyen su identidad política sobre la oposición a un Trump que, a su vez, se alimenta del conflicto. La historia, como siempre, avanza en círculos. Y mientras los líderes juegan su partida, las economías del mundo, las de la gente común, esperan el desenlace con la incertidumbre, tal vez, de si ya han visto esta película antes.
[Publicado en el diario El Independiente. 13 de marzo de 2025]